El antiguo
filósofo griego Heráclito empezó por el siglo VI a. de. C una reflexión tan
vigente antes como ahora, pues el devenir es una constante en la realidad
humana a la que debemos adaptarnos.
“No
existe en la realidad nada que sea siempre igual, porque lo único real es el
cambio”.
Esta verdad nos
recuerda que en nuestra naturaleza humana está la evolución de tal suerte que es
el constante aprendizaje el que nos permite afrontar la incertidumbre y
garantizar la supervivencia. Así pues, en el contexto cambiante que nos rodea; conocido
como “aldea global”, se exige de los “trabajadores del conocimiento” primero,
una alta capacidad de aprendizaje y
segundo una inteligencia comunicativa
que haga transferible su experiencia, objetivos y valores a otros.
Al respecto la
comunicadora Jeannette Torres plantea la siguiente fórmula:
IC=IE+IS x CR
INTELIGENCIA COMUNICATIVA= INTELIGENCIA
EMOCIONAL+INTELIGENCIA SOCIAL x CONSTRUCCIÓN DE REDES. (Torres, 2013)
En la
inteligencia emocional se distinguen tres componentes, el autoconocimiento, la motivación y la autorregulación, todos ellos relacionados
directamente con el “aprender a aprender” y con el reconocimiento de las
capacidades individuales que conforman la base de la fuerza laboral. Luego la autora identifica la Inteligencia
Social como “la comprensión básica de la
gente”, importante para generar la sinergia entre las personas y facilitar
el diálogo fluido del conocimiento dentro de la organización. Y finalmente se
plantean las redes de comunicación basadas en herramientas tecnológicas como
los puentes que permiten la transversalidad de los objetivos y facilitan el
trabajo colaborativo virtual de los involucrados independientemente de su
ubicación.
Pero además de
lo anterior, el carácter global de los negocios hoy en día nos expone al frecuente
contacto con personas; y por lo tanto con estilos de dirección y comunicación,
ajenos a nuestra realidad cultural. Siendo la experiencia internacional y la
visión global unas de las principales aptitudes para garantizar la
sostenibilidad de la organización en el mercado, el comunicador organizacional
contemporáneo deberá practicar no solo “la comprensión de la gente” a nivel
local a través de la responsabilidad social, sino que también está llamado a
desarrollar una inteligencia
intercultural que le permita reconocer, leer y adaptarse a señales
culturales diversas pues se sabe que el capital
intelectual es el recurso estratégico más importante a través del cual se
optimizan los demás recursos.
La inteligencia
intercultural implica un cambio en el paradigma etnocéntrico tradicional para
facilitar el intercambio de conocimiento de alto valor o “know how” y así
convertirlo en una ventaja diferenciadora, pues una persona con inteligencia
intercultural es capaz de solucionar problemas, tomar decisiones y resolver
conflictos de manera que optimice las diferencias culturales para generar
mejores soluciones sustentables y creativas (Prochile, 2014).
De este modo, la
dirección del conocimiento en una organización tiene como compromiso lograr la
triple articulación entre los objetivos y valores estratégicos de la empresa
con su público interno de modo tal que estos sean percibidos como su imagen e
identidad por el público externo en el ámbito doméstico y global pero además es
su responsabilidad procurar que las experiencias de cambio se conviertan en
conocimiento significativo diferencial.
Referencias.
ProChile.
Exportadores chilenos (2014). Seminario de Inteligencia Intercultural: Un
desafío para mejores negocios internacionales. En: http://www.prochile.gob.cl/noticias/seminario-de-inteligencia-intercultural-un-desafio-para-mejores-negocios-internacionales/
Torres, J.
(2015). El nuevo reto profesional: La inteligencia comunicativa. En Ocampo, M
(Ed) Comunicación empresarial. (pp.
281-291).Universidad de la Sabana.
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